martes

SIMPLE CUESTIÓN DE FE

El puente románico de A Ramallosa, erigido en el siglo XIII sobre las ruinas de otro destruido por Almanzor, es depositario de al menos un par de  interesantes leyendas.


En el centro del puente hay un viejo cruceiro a cuyos pies se colocó hace tiempo una imagen de San Telmo, el patrón de los navegantes. La primera leyenda afirma que fue el propio San Telmo quién mandó a construir el puente y con su presencia lo protege de las fuertes tormentas del otoño-invierno gallego.
La segunda leyenda habla de la fertilidad y tiene varias versiones. Aunque todas ellas coinciden en afirmar que las mujeres que por alguna razón no pueden tener hijos deben ir  al puente a medianoche y pedirle al primer hombre que se les cruce que tomen agua del río y se la echen sobre el vientre. Si el hombre acepta se convierte en el padrino de la futura criatura.
Viejas historias que -foclore y turismo aparte-  nada tienen que ver con nuestro pragmático siglo XXI, el de la píldora del día después.
Pero, hace unos días se me ocurrió dar una caminata por la zona, que tiene unos paisajes formidables, y tropecé en el centro del puente con un puñado de flores frescas y velas encendidas. Ofrendas de pocas horas atrás, quizá de la medianoche anterior.

No creo que esas ofrendas tuvieran como objetivo  proteger al puente de las mareas altas, y todo parece indicar que obedecían a la desesperada petición de un hijo sano, fruto del amor. 


Si mi suposición fuera cierta le deseo de todo corazón a las personas que pusieron las ofrendas que su fe se vea recompensada. Y, si es necesario, me ofrezco como padrino de al menos una de las criaturas. Que no todo el mundo tiene un padrino cubano, casi agnóstico e insolvente. Amén.

viernes

ESTOPIÑÁN, INVICTO A LOS 91

Roberto Estopiñán, Estopa, el conocido escultor acaba de cumplir 91 años. Y lo ha celebrado  a su manera: creando, esculpiendo, haciendo nuevos bocetos; enamorado de los torsos femeninos, y  de la vida.

Considerado uno de los principales exponentes de las artes plásticas cubanas, cotizado internacionalmente, con obras expuestas en importantes museos y salas del mundo, Estopiñán vive en Miami, en un sencillo apartamento, acompañado por su esposa de toda la vida, la célebre declamadora Carmina Benguría. 

Allí, a su apartamento, fui a conocerlo hace pocas semanas. Me sorprendieron unos ojos penetrantes y lúcidos. Roberto Estopiñán es una mirada sabia e irónica, sensual e insolente, benévola, pícara y escrudiñadora a la vida; el resto no es más que el cuerpo que sostiene esa mirada y el puro que nunca le abandona.

No ha perdido Estopa ni un ápice de su cubanía, a pesar del medio siglo que lleva exiliado en los Estados Unidos. Nunca ha vuelto a poner los pies en esa Habana que tanto ama, dice que por decoro y coherencia con su forma de pensar. 

En una habitación en la que dice ver fantasmas, y que generalmente está con la puerta entreabierta, lo vi moldear con sus manos el yeso que daría vida a la más joven de sus esculturas. La luz del sol entraba por una ventana y  destacaba la silueta de Estopa limando la pieza. Era una imagen perfecta, la del anciano escultor trabajando en su pequeño taller, concentrado, absorto en el torso que estaba creando. Y en el aire de la habitación, flotando en el sol, brillaban las partículas de yeso que le sobraban al cuerpo de mujer que él  construía. Porque se trataba, no podía ser de otra manera, de un torso femenino sensual e incitante. Luego, le acompañé a  la fundición, a recoger el yeso transformado en bronce. Y allí le fotografié exultante, orgulloso de su nueva hija, sencillamente feliz. 

Mirando su última obra recordé que varios días atrás Estopa había destruido varios moldes antiguos. “Es una tradición entre los escultores: cuando uno la va a palmar rompe todos sus moldes, para que nadie los pueda utilizar más adelante” me comentó en esa ocasión. Por una parte destruye sus moldes viejos y por la otra sigue dando vida a  nuevos moldes. No conoce Estopa la derrota, porque nunca la ha aceptado. Y así se nos muestra a los 91: Invicto y sonriéndole a la vida.

sábado

PROCRASTINATOR

La procrastinación es el hábito de dejar para mañana lo que deberíamos hacer hoy, y ocupar ese tiempo -el de hoy- en cosas más agradables e intrascendentes. Es característico en este vicio que lo dejado para mañana también suele postergarse para pasado mañana. Así, al final muy probablemente terminaremos incumpliendo la tarea que debíamos acometer, echándole la culpa del stress resultante  al exceso o la falta de lluvias en el norte de África, o a cualquier otra cosa por el estilo.   


Tengo un amigo que es serio candidato a procrastinator crónico: todos los días se sienta a las ocho de la mañana frente al ordenador, dispuesto a sacar adelante el primer capítulo de su última novela; pero, entonces, un oscuro impulso le lleva a revisar el correo electrónico, por si ha llegado algún mensaje importante; y, luego, ya que está metido en internet decide darle un rápido vistazo al facebook de los conocidos que viven al otro lado del Atlántico. Cuando finalmente mira el reloj resulta que es la hora de la merienda y mientras devora su manzana comprueba si en La Sexta 3 ponen alguna película interesante. Cuando se termina la película ya está demasiado cerca la hora de la comida y decide que no vale la pena complicarse con una escritura que va a quedar a medias. Por la tarde nada hay que hacer, porque es el tiempo de sacar el perro a mear y solucionar los pequeños problemas de la vida cotidiana. Así, un día tras otro en los últimos tiempos. Como diría un viejo comunista: "de victoria en victoria hasta la derrota final".


Llevaba yo varias semanas pensando en la importancia de escribir esta nota, pero siempre tropezaba con alguna tarea más placentera que me sugería dejar la nota para más adelante. Hasta el día de hoy, en que no he encontrado otra cosa mejor que hacer.  
(Agradezco a esa buena amiga que es Yolanda Mouzo sus oportunas advertencias sobre el carácter verdaderamente nefasto de la procrastinación)