domingo

Y LA LUZ PODÍA TOCARSE CON LAS MANOS


Con mi buen amigo, el filósofo Juan Lois, caminando por el tramo final del Arenteiro, el río de su infancia
En el Pozo dos fumes las rocas formaban una estrecha garganta, obligando al río a despeñarse 
Cerca de la unión del Arenteiro con el Avia tropezamos con  Ponte da Cruz, un puente medieval de cuatro arcadas destruido en 1810 durante los combates de los lugareños con las tropas napoleónicas 
El río limpio y con buen caudal, y en el bosque abundaban los árboles centenarios
En algunos lugares la frondosa vegetación apenas dejaba pasar los rayos del implacable sol de julio y la luz que flotaba en el ambiente portaba tanta magia que podía tocarse con las manos 

miércoles

PONIÉNDOLE NOMBRE A LA PROTAGONISTA DE UNA NOVELA


En la playa. Una chica delgada, de pelo color caoba y grandes ojos negros, me ve garabateando en una libreta, se acerca y dice:
-    ¿Qué haces? ¿Pintas el mar?
-    No. Tomo notas para escribir una novela.
-    ¿Cómo te llamas? ¿De dónde eres? –insiste ella.
Me hace gracia su pueril insolencia.
-    ¿Y tú como te llamas, de donde eres?
-    Clara, y soy de Mondaríz.
-    Me gusta tu nombre. Le pondré tu nombre a la protagonista de mi novela.
-    ¿Le vas a poner mi nombre a la protagonista de tu novela?
-    Sí, ¿por qué no?
Sonríe y apunta con la mano a sus amigas,  que esperan a unos metros de distancia.
-    ¿Vienes con nosotras? Podremos conversar por el camino y así sabrás algo más sobre el personaje de tu libro.
-    Gracias, pero debo regresar a casa.
-    Bueno, como quieras. Dame tres besos,  Heminghway. Espero leer pronto esa novela.
-    La leerás, Mona Lisa, no lo dudes.
Y se despide con una cálida e ingenua mirada.