martes

NOVEMBER RAIN


Y cuando tus miedos amainan 
y quedan todavía las sombras, 
sé que aún puedes amarme.

Cuando no hay nadie más a quien culpar,
y no te preocupas de la oscuridad,
aún podemos encontrar un camino.
Porque nada dura para siempre,
ni siquiera la fría lluvia de noviembre.


Llueve. Llueve sin misericordia en los últimos días de noviembre; y mientras las gotas golpean el cristal de mi ventana, yo escribo, y recuerdo, y pienso.

Hoy, viendo llover con saña, no puedo menos que recordar November Rain, la canción de Guns N´ Roses cuya letra siempre me ha intrigado.

En julio de 2015 tuve la oportunidad de conversar con Slash en la cafetería del Palacio de los Deportes de Madrid. Luego de tantos años, él estaba un poco más gordo de como yo lo recordaba y a falta de su famosa chistera esa noche llevaba una gorra en la cabeza, pero en todo lo demás era el de siempre. Con Slash, persona y personaje son una misma cosa.

En nuestra breve conversación no pude evitar preguntarle sobre la letra de November Rain. Fue una estupidez mía, porque en ese momento él llevaba bastante tiempo separado de la banda (que pocos meses después volvió a reunirse) y evadía los comentarios sobre Guns N´ Roses. Además, eso sí me lo dijo, su participación en esa canción consistía en el mítico solo de guitarra que, afirmó, originalmente había sido fruto de la improvisación.


¿Es November Rain una historia de amor con un triste final? ¿Es un canto de esperanza al amor eterno? ¿Es un juego de palabras sin demasiado sentido? ¿O nos alerta que nada es para siempre, que en esta vida solo existe el momento del ahora y nunca jamás?


En Youtube encontré hace poco esta versión subtitulada en castellano de November Rain, con Guns N´ Roses compartiendo escenario nada más y nada menos que con Elton John. Se la dedico a ustedes, queridos amig@s…. Y también va por ti, maldita hija de puta lluvia de noviembre:




domingo

AMANECER EN SANTA CLARA




La habitación donde duermo en Santa Clara tiene tres grandes ventanas y un balcón que da a la confluencia de dos calles bastante transitadas.

Los primeros ruidos de la jornada entran a mi habitación a eso de las cuatro de la madrugada cuando, de lunes a sábado, pasa galopando un caballo con un carretón cargado de vaya usted a saber qué cosas de metal. Luego, sobre las cinco y media de la mañana, se para debajo del balcón un vendedor ambulante que, incansable, repite hasta el aburrimiento: “¡Panadero, el pan suave! ¡Panadero, el pan suave! ¡Panadero...”; y a las seis y media otra voz más grave, al parecer de un señor corpulento, vocifera en el mismo sitio: “¡Vaya, el pan de corteza dura, mami! ¡El pan de corteza dura pa ti, mami!”. 

Todo esto amenizado por el canto de los gallos mañaneros, la eufórica algarabía de algún borracho trasnochado y los ladridos de los perros callejeros. Esa es la razón, y no la poesía, por la que casi siempre espero la salida del sol sentado en el balcón.


Desde mi balcón se domina en toda su extensión la calle san Vicente, que está fielmente orientada de este a oeste. Así, junto con el amanecer, todas las mañanas asisto al espectáculo de la gente que se ha levantado temprano para -a pie o encima de cualquier cosa que tenga ruedas- ir al trabajo, al colegio, al mercado, al médico, a donde sea…

Aquí van algunas imágenes del despertar de la buena gente en Santa Clara. 

 

 




 
 




EL SUEÑO DE VIVIR



EL AVARO

No me conforma la mitad de nada:
ni medio corazón ni medio día, 
no quiero un poco de melancolía,
ni la mitad de Dios ni de la espada.

Ni medio sol ni a medias tu mirada,
ni medio abrazo ni a medias el deseo.
En media libertad ni a medias creo.
A medias ni el dolor ni la estocada.

¡No quiero la mitad ni del olvido!
La mitad del dolor es tierra hoyada.
Una sola mitad tiene sentido.

Una sola mitad me da certeza:
La sencilla mitad de aquella almohada
donde repose, libre, tu cabeza.


El sueño de vivir (sonetos de amor y muerte), ganador del Premio CubaPoesía “Eduardo Kovalivker”, es uno de esos libros que crecen con el paso del tiempo.


Idiel Alberto García Romero -editor, poeta y novelista cubano- ha reunido en este volumen veintitrés sonetos necesarios, de los que alimentan el alma y ayudan a vislumbrar el buen camino.



INVENTARIO

Un cobarde con nombre de valiente.
Una puta con porte de señora. 
Una falsa alimaña seductora.
Un milano con nombre de inocente.

Un futuro difuso en el presente 
con un pasado mal resucitado. 
La certidumbre de un equivocado.
La consistencia de lo inconsistente.

Un olvido en el borde del recuerdo. 
Dos collares de perlas para un cerdo. 
Una adorable bruja en una pira.

La mejor horca para la inocencia
y detrás del perfume la indigencia
y la dulce canción de la mentira.


Idiel es un guajiro fiel hasta la muerte que busca la verdad bajo las piedras, que mantiene alta su frente mientras trabaja por el bien común y, de paso, de vez en cuando nos regala unos preciosos gramos de excelente poesía.

 
SIMPLEMENTE UN SONETO

Si pudiera un soneto salvarte de la muerte,
luchar con los demonios, reducir la jornada,
dispararle al silencio, hacer buena la suerte
    y darte la palabra cuando no dices nada.
…..  

 ¡Gracias, compañero!