La
periodista, una trigueña de pelo corto y sutiles curvas, me citó a las seis de la
tarde en la cafetería del Versailles Bakery. Concluía mi participación en la
Feria Internacional del Libro de Miami y, cual trámite ineludible, tocaba cumplimentar
la entrevista que los organizadores de la Feria suelen programarle a los
autores invitados.
Tras el saludo de rigor y de encargar dos cafés con leche que tardaron en llegar, la
periodista extrajo de su bolso bandolera de nylon negro una arrugada hoja de
papel. Comprendí que me iba a torturar con uno de esos cuestionarios elaborados
para salir del paso, seguramente el mismo que les aplicaría a los muchos autores
de medio pelo que debía entrevistar. Aquella tenía muchísimas probabilidades de
ser la peor entrevista de mi vida, y me dispuse a sufrir el trance a la mayor
velocidad posible. Nada hay mas descorazonador que una mujer aburrida que se
siente obligada a sacar adelante un encuentro no deseado.
Luego
de pedirme permiso para hacerlo, colocó la periodista una minúscula grabadora Sanyo
encima de la mesa y, tratándome siempre de usted, empezó a recitar preguntas que yo respondía con improvisada ironía.
Si tuviera usted que vivir
en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Sería un castigo para mí vivir para
siempre en un mismo sitio. Si no tuviera más remedio, viviría al aire libre en cualquier
lugar que no hiciera frío.
¿Prefiere los animales a la
gente?
Nooo, prefiero a la gente… A no ser que
sean periodistas.
El
chiste no le gustó, pero cruzó las piernas (llevaba unos jeans azules bastante
ajustados que realzaban sus pantorrillas) y sin siquiera levantar la cabeza continuó
leyendo con creciente énfasis.
Si fuera un animal, ¿cuál
sería?
Un perro de buen tamaño, con el pelo
corto y las orejas bien grandes; un pastor alemán.
¿Tiene muchos amigos?
Seis o siete, acumulados con hechos a lo
largo del tiempo.
¿Qué cualidades busca en sus
amigos?
La misma que les entrego: la lealtad de
un pastor alemán.
¿Es usted una persona
sincera?
Cuando puedo. A veces decir lo que uno
piensa no aporta nada bueno.
¿Cómo prefiere ocupar su
tiempo libre?
Pescando. Es la mejor forma de observar la naturaleza.
¿Qué le da más miedo?
La vejez enfermo.
¿Cuál es, para usted, la
palabra más llena de esperanza?
Amor; pero no cualquier
amor, sino el que se da sin esperar nada a cambio. También es mi esperanza
llegar a encontrar algún día el amor correspondido, ése el que ambas partes se entregan en
cuerpo y alma sin importarles nada más. Algo así como Romeo y Julieta, pero con un final menos trágico.
Hizo
una pausa la periodista para apurar un buchito del café con leche que aún
humeaba en la mesa y aprovechó la oportunidad para mirarme por primera vez a los
ojos. Los tenía verdes, un enigmático verde esmeralda que incitaba a sumergirse
en ellos. Y a la descotada blusa blanca de algodón que llevaba puesta le había
caído una gota de café con leche justo a la altura del seno izquierdo. Talla 90 le calculé.
Tras
el intercambio de miradas continuó el aburrido cuestionario.
Si
pudiera ser una cosa, ¿qué le gustaría ser?
¡Preguntas cada cosa! Quizás me gustaría
ser tu bolso, para conocer los secretos que llevas dentro.
La
frase se me había escapado, y por un instante temí que, con mucha razón, la
periodista me mandara directamente al carajo. Tragó ella en seco antes de
continuar con cierta acritud.
Además de la impertinencia, ¿cuáles
son sus otros defectos?
A veces soy un poco
cobarde, a veces hablo de más, a veces miento o exagero, a veces pierdo la
paciencia y también el tiempo en cosas tan inútiles como responder
cuestionarios pre elaborados…
Levantó
ella la cabeza, y sus ojos esmeraldas lamentaron mi presencia.
¿Tiene usted virtudes?
Lealtad a los que la merecen.
¿Y algún vicio?
Algunas mujeres. Los ojos verdes me
chiflan.
Ejem… ¿Sabe cocinar?
Me encanta y lo practico.
Si tuviera que elegir comer
un solo plato toda la vida, ¿cuál sería?
Pollo asado a fuego lento.
¿Es más de dulce o de
salado?
De ambos. En la variedad está el gusto.
¿Qué le diría a su yo
infantil?
¡Sueña, que lo imposible siempre es
posible!
Si pudiera encontrarse consigo
mismo físicamente, ¿cree que se caería bien?
Hace unos años creo que sí, hoy me
preocuparía bastante.
¿Película favorita?
Salvar al soldado Ryan.
Si pudiera tener un superpoder,
¿cuál sería?
Volar
Yo también quisiera volar a
veces, y bien lejos. ¿Una palabra que le defina?
Comemierda
Sonrió
por primera vez en esa tarde y fue entonces que descubrí unos labios generosos,
sin aditivos ni afeites; al natural.
Estoy plenamente de acuerdo
con usted… ¿Hay algún suceso o experiencia de su vida que cambiaría?
Sí, claro, unos cuantos. Pero esas cosas
no se cuentan a una recién conocida en el Versailles Bakery. Para eso hace
falta mucha intimidad.
Resopló,
más bien aspiró el aire con fuerza y lo dejó salir lentamente por la boca, antes continuar.
¿Le gusta más hablar o
escuchar?
Prefiero escuchar, pero a menudo hablo
más de lo necesario. Y, perdóname, creo que hoy debería medir mejor mis
palabras antes de echarlas a volar.
Aceptada la disculpa.
Seguimos: si pudiera tomarse un café con alguien, quien fuera, vivo o muerto,
¿quién sería?
Con Jesús de Nazaret. Su mensaje es el
que más ha influido en mi vida.
¿Cree en el destino?
Creo en la combinación del destino con
el libre albedrío. Lo que está para uno no se lo quita nadie, pero también hay
que lucharlo, ¿no te parece?
Claro que me lo parece. ¿Cuál
es el mejor cumplido que ha recibido en su vida?
¡Qué rico, Papi!
Se
llevó una mano a la frente, y la verdad es que no sabría decir si le dieron
ganas de reír o de llorar.
Esta es la última pregunta de
mi cuestionario: ¿Cambiaría su nombre? Si es así, ¿por cuál?
No lo cambiaría, pues es lo
suficientemente común como para no llamar la atención. Para finalizar yo,
¿puedo hacerte una pregunta?
Por supuesto, las que quiera
¿Tienes algún compromiso para esta
noche? He oído decir que Juan Manuel Serrat y Joaquín Sabina cantan en el American
Airlines Arena.
Me encantan Sabina y Serrat.
¡Son geniales!
No me digas.
Todo
esto ocurrió hace unos cuantos años; pero ayer volvimos a escuchar la grabación
de ésa, nuestra primera desastrosa conversación. Y la verdad es que nos reímos
tanto que casi nos caemos de la cama.