miércoles

EL HOMBRE QUE PLANTABA ÁRBOLES

Hace algún tiempo el francés  Jean Giono escribió la historia de un pastor solitario que, sin ningún beneficio para él, sembraba, día tras día, bellotas de encina en un olvidado páramo. Y mientras el  pastor  protegía los pequeños arbolitos de sus propias ovejas, el mundo que le rodeaba se desangraba en conflictos estériles.

Cuarenta años más tarde miles de personas vivían en el hermoso valle en que se había convertido el páramo; y ninguna de ellas sabía que el creador del valle, el  pastor solitario, era uno de los pobres ancianos internados en un hospicio cercano.

El hombre que plantaba árboles es mucho más que otro cuento con moraleja: es un mensaje al corazón y un dedo que apunta al verdadero sentido de la vida. 

Si quieres conocer y aprender de esta historia aquí van los enlaces al texto en pdf y a una interesante película comentada del mismo. 

http://www.ayto-crivillen.es/documentos/el-hombre-que-plantaba-arboles.pdf

https://www.youtube.com/watch?v=fkmLrNmhLeU


 

lunes

EL MIRLO Y EL PETIRROJO

Sigo el paso de las estaciones por las aves que revolotean en mi patio.
La primavera y el verano son, básicamente, de los mirlos. Siempre hay una pareja que pronto ve aumentada la familia por la súbita aparición de uno o dos pichones de color más claro que sus padres. Así, en la época de los días largos, el canto del mirlo me despierta por las mañanas desde el tejado de la casa.


Pero con el otoño llega una pareja de petirrojos. No sé si será siempre la misma, pero aparece el día menos pensado y durante los meses del otoño-invierno desplaza a los mirlos del patio. En el tiempo de los días cortos, del frío y la lluvia, el petirrojo macho anuncia con su canto la llegada de cada nuevo amanecer, posado exactamente en el mismo sitio donde en los meses del calor reinara el mirlo.



A mediados de septiembre los amaneceres suelen ser particularmente luminosos en el sitio donde vivo.


Y esta mañana, con la llegada del sol, he visto de nuevo al mirlo y al petirrojo compartir el tejado por primera vez en este año. El mirlo aún en su trono, en lo más alto; el petirrojo unos metros más abajo, listo para ocupar su sitio con la llegada de la primera gran borrasca. Ambos nos anuncian que agoniza este verano y un nuevo otoño está a las puertas de nuestras vidas.



Ojalá que el mirlo y el petirrojo pudieran convivir  juntos todo el año, anunciando a dúo cada nuevo día que nos es dado bajo el sol.

 

jueves

QUÉ SERÁ

A comienzos del año 2000, justo antes de la llegada del nuevo siglo, yo solía sentarme por las tardes en la puerta de mi casa, viendo a la gente pasar por la calle de mi vida. Faltaba poco tiempo para el viaje definitivo a España; culminaba una etapa y empezaba otra, llena de esperanzas e incertidumbres.
Sentado en la puerta, por lo general sin camisa y descalzo, tarareaba una y otra vez la letra de "Qué será", la canción de José Feliciano, por esa época un cantautor poco divulgado en Cuba.

Pueblo mío que estás en la colina
Tendido como un viejo que se muere
La pena, el abandono,
Son tu triste compañía
Pueblo mío te dejo sin alegría

Mis amigos ya se fueron casi todos 
Y los otros partirán después que yo 
Lo siento, porque amaba
Su agradable compañía
Mas es mi vida y tengo que marchar....
 

Qué será, qué será, que será
Qué será de mi vida, qué será,
En la noche mi guitarra
Dulcemente sonará
Y una niña de mi pueblo llorará...

Quince años después de haber partido, regresé a Santa Clara y desde la puerta de la que fuera mi casa miré de nuevo la calle de mi vida. Poco había cambiado. La ciudad continuaba agonizando y las rutinas de siempre anidaban en ella. Tal y como anticipara la canción de Feliciano, muchos de mis amigos habían marchado después que yo, y los que optaron por seguir allí languidecían a la espera de alguna llamada de sus hijos; porque los hijos de los que se quedaron, terminaron marchando ellos mismos.

Tantos años después, la mayor parte de los sueños que me impulsaron a partir se han cumplido. Ha pasado el tiempo, trayendo nuevas esperanzas y nuevos sueños; y hoy como ayer, ahora sentado en el jardín de mi nueva casa, sigo tarareando el estribillo de la vieja canción de Feliciano:

Qué será, qué será, qué será
Qué será de mi vida, que será...
▶ José Feliciano Que será


martes

SPLENDOR IN THE GRASS

En 1798 el poeta inglés William Wordsworth escribió su "Oda a la inmortalidad", poema que en 1961 inspiró a Elia Kazan la realización de la película "Esplendor en la hierba", considerada una de las obras maestras de la historia del cine.
Y gracias a mi buen amigo ALP, ayer descubrí una bellísima canción de Pink Martini, "Splendor in te grass" (2009), inspirada también en el más que bicentenario poema de Wordsworth. Esta es la canción:
  ▶ Pink Martini - Splendor in the Grass | Official Music Video - YouTube

Este es el texto del poema original de Wordsworth:


Aunque el resplandor que en otro tiempo fue tan brillante
hoy esté por siempre oculto a mis miradas.
Aunque mis ojos ya no puedan ver ese puro destello
que en mi juventud me deslumbraba.

Aunque nada pueda hacer volver la hora
del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores,
no debemos afligirnos
porque la belleza subsiste siempre en el recuerdo.
En aquella primera simpatía
que habiendo sido una vez, habrá de ser por siempre,
en los consoladores pensamientos
que brotaron del humano sufrimiento,
y en la fe que mira a través de la
muerte.

Gracias al corazón humano, por el cual vivimos,
gracias a sus ternuras, a sus alegrías y a sus temores,
la flor más humilde, al florecer,
puede inspirarme ideas que, a menudo,
se muestran demasiado profundas
para las lágrimas.

¿Por qué escribo todo esto hoy? Porque quiero compartir con ustedes una canción, película y poema que me parecen magníficos. Además, hoy cumplo 64 años, y para mi generación también empiezan a quedar atrás los días de "Esplendor en la hierba"... 


viernes

EL PRIMER DÍA DE LA PRIMAVERA

Mañana tenue, templada, amable. La luz del sol acaricia las hojas del limonero del patio, vistiéndole de un dorado inefable. Silencio total, paz absoluta en el aire, sensación de bienestar. Es en el silencio donde mejor se comprenden los ruidos de la vida.

Un gorrión pasa volando, feliz, rumbo al nido que está construyendo; y los mirlos escarban la tierra en busca de los primeros insectos de la temporada. La naturaleza estira sus brazos y bosteza.

Hoy comenzó la primavera, hubo un eclipse de sol y se abrieron las primeras margaritas de mi patio. Hoy le pido humildemente al Creador que haga cumplir nuestros mejores sueños, los tuyos y los míos. 


sábado

DIEGO Y LAS HADAS



Diego es un niño con mucha imaginación. Hace poco descubrió las películas de Disney sobre Campanilla, llegando a plantearse seriamente lo de la existencia real de las hadas. Yo, aunque aplaudo su fantasía, prefiero que desde bien temprano él aprenda a diferenciar los límites precisos entre la ficción y la realidad, para que más adelante en su vida no pueda ser manipuado por esos vendedores de humo que tanto abundan en este mundo nuestro.

- ¿Y si las hadas no existen, por qué los mayores nos cuentan a los niños historias que son mentira?

- Para haceros ver la vida aún más hermosa de lo que es. Ayer preguntaste para qué servían las rosas que adornan el búcaro de la sala y te dije que, aunque estén cortadas, la belleza de esas flores nos alegra la vida. Tú lo comprendiste, ¿verdad?

- No sé... ¿Cómo puede ser hermosa una flor separada de su planta?

Así discutíamos mientras entrábamos en el vivero donde pensaba comprar algunas posturas para repoblar nuestro jardín de otoño. Ese invernadero lo encontré meses atrás, una soleada tarde en que decidí caminar al azar por los alrededores de mi casa. Está el vivero un poco apartado de la carretera, escondido dentro de un área boscosa rodeada de edificios de reciente construcción, y lo atiende una señora de apacible expresión, piel muy blanca y grandes ojos azules que conservan un fondo de enigmática belleza. Conversamos un rato sobre plantas e injertos, quedando en que volvería por allí al finalizar el verano para comprarle varias posturas de crisantemo. En fin, que llevé a Diego al vivero de la señora interesante. En nuestra primera conversación ella me había comentado que desde siempre la finca había pertenecido a su familia y que en el lugar donde ahora está el parqueo de la instalación antes existía un inmenso jardín que su abuelo cultivaba con esmero.
LLegamos al lugar, pero para decepción de Diego y mía la señora aún no había recibido posturas de crisantemo. Ella, intentando borrar nuestro desencanto, nos comentó que en el fondo de su vivero, fuera del área destinada a los clientes, había un bonito estanque con carpas.

- ¿Es posible pasar a verlas? A Diego le encantan las carpas -dije.

- Sí, cómo no. Sigan por ese camino que ven allí y cuando lleguen a un establo con un caballo y un burro dentro verán una pequeña puerta de hierro. Pasen la puerta, un poco más adelante encontrarán el estanque -y dirigiéndose a Diego le dijo-: Cuando llegues al caballo y el burro, tomas dos manzanas del suelo, se las das y les dices "Campanilla me ha dado permiso para pasar".

Los ojos de la señora brillaban con especial fulgor, y para mí resultaba evidente que tambien habían enamorado a Diego. 

Un tanto intrigados, nos adentramos en un sendero bordeado de grandes manzanos cargados de frutas y naranjos en flor. Mirlos felices cantaban entre las ramas de los árboles, y hasta una inquieta ardilla pasó dando saltitos delante de nosotros.

De repente, justo donde el sendero parecía concluir, vimos el establo de madera desde el que un enorme caballo blanco nos miraba con cierto aire de curiosa incredulidad, y tras él asomaba la cabeza de un burro gris con el flequillo cortado a la manera del personaje homónimo de la película Shrek. Los animales ocupaban todo el pequeño establo y el sitio  por donde asomaban sus cabezas quedaba justo al lado de la estrecha puerta de hierro. Imposible seguir adelante sin llegar a rozarles. Diego cogió dos manzanas del suelo y se las ofreció con un poco de miedo. Luego de contemplarlas durante un par de segundos los animales tomaron las manzanas directamente de su mano y empezaron masticarlas con evidente placer. Yo observaba la operación alerta, listo para intervenir con contundencia si ocurría algún contratiempo, porque aunque parecían mansos aquellos dos bichos tenían unas bocas enormes y feas, repletas de grandes dientes amarillos.

- ¿Podemos pasar? -se apresuró a decir Diego, un poco asustado aún por su osadía-. Campanilla nos ha dado permiso.

Los animales no dijeron ni sí ni no, aunque bien cierto es que mientras masticaban las manzanas parecían asentir con la cabeza. Y sin ningún contratiempo dejamos atrás el establo. Tras la puerta de hierro encontramos un lujurioso y umbrío jardín repleto de plantas desconocidas para mí. Un vergel que parecía sacado de lo más profundo de la selva tropical y no del centro de una ciudad del Atlántico norte como Vigo.

Avanzamos por el apenas perceptible sendero hasta dar con una elaborada fuente de piedra totalmente cubierta de musgo y partida en su base, evidentemente la reina del patio de una antigua casona señorial. Rodeando la fuente estaba el estanque, o la laguna, porque apenas se veían los muros que delimitaban su contorno. Y en el estanque-laguna, entre nenúfares y flores de agua, nadaban multitud de carpas de variados colores. El silencio absoluto, solo alterado por el discreto caer de alguna hoja seca, dominaba el ambiente, y el aire olía a azahar o algo muy parecido. A nuestro alrededor revoloteaban pequeñas mariposas blancas, erráticas y sutiles. Diego apretó mi mano.

- Las mariposas blancas son las que aún no han sido pintadas por las hadas-.  dijo con convicción.

- Eso es en las películas. Te he explicado antes que en la vida real las hadas no existen.

- Ya, por eso algunas personas parecen hadas aunque a lo mejor no lo sean, ¿verdad?

Guardé silencio, maravillado, absorto en la atmósfera que imperaba en aquel Edén oculto en el frío corazón de la ciudad. Al rato regresamos a la vida real, pasando con un breve saludo junto al burro y el caballo, los guardianes de tan insólito entorno. Y, tras atravesar de nuevo el patio repleto de frutales y mirlos, nos vimos en la entrada de vivero.

- Vuelvan cuando quieran –la dulce voz de la señora brotó de algún lugar entre sus plantas, donde al parecer estaba trabajando.

Diego me miró con pícara expresión.

- Abuelo, ¿te diste cuenta? ¡Esa señora es un hada de verdad! Seguro que ahora está volando entre las flores, coloreando a las mariposas con su polvo de estrellas.

Asentí sin pensarlo dos veces: cosas mucho más difíciles de creer he visto materializarse en esta vida.


domingo

EL ROSAL DE LA SEÑORA LOLA


De carácter fuerte, tenía pocos amigos y una enorme vida interior. Vivía sola. O mejor dicho: con dos perros, una Biblia y un bastón. Los perros le servían de compañía, el bastón suplía las fuerzas que empezaban a faltarle y la Biblia constituía su única esperanza.

Durante varios años mantuvimos una amistad basada mucho más en hechos concretos que en palabras bonitas. Yo solía visitarla una  o dos veces al mes y pasábamos bastante tiempo en su jardín. Un día, en prenda de amistad, me regaló un esqueje de su más preciado rosal, que planté en mi patio, justo frente a la ventana de la sala. 

Cristiana convencida, dedicaba mucho tiempo a rezar por el bienestar de todos los que conocía. Una tarde la encontré acostada con la Biblia en el regazo. Su cuerpo apenas le respondía, pero tenía la mente tan clara como el día en que la conocí. Esa tarde, sabiéndose cercana al fin, me confesó la duda que le rondaba: 
- Manolo, a toda hora pienso... ¿Cómo será el estar   con El Señor? 
No supe contestarle y ella se me quedó mirando con una expresión entre feliz e intrigada. 

Han pasado varios veranos desde su partida definitiva y el rosal que ella me regalara sigue creciendo frente a la ventana de mi sala. Sólo da cinco o seis flores al año: enormes, sutilmente coloridas, con un perfume apenas perceptible pero no por ello menos seductor. Y yo, contemplando su rosal en esta bonita mañana de septiembre, deseo con todo mi corazón que la inconmovible fe de la señora Lola haya sido recompensada. Deseo que, contra todo pronóstico material, ella por fin haya conocido cómo es la dicha de “estar con El Señor”.