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SOBRE EL POETA Y LA POESÍA

   Todo lo construido en este mundo primero fue un sueño, un proyecto en la mente de alguien. Da igual que sea una silla, un libro, una canción o una nave espacial. Y las cosas que hacemos, las decisiones que tomamos, parten siempre de un pensamiento inicial. Cuando el mundo se hizo, lo primero fue el Verbo. Un amigo me dijo una vez que las guerras las comienzan los poetas con discursos emocionados y las terminan los soldados con la fuerza de las armas, y es verdad.

La poesía es el sentimiento hecho palabra. La gente no entiende la importancia de leer poesía. Es como que te rieguen el alma. La comida alimenta el cuerpo, pero la poesía alimenta el alma, que es tan importante o más que el cuerpo.

La poesía esa del “tuyo y el mío”, del “si no me quieres muero” me interesa poco. La acepto porque tiene cosas hermosas, pero prefiero los poemas dirigidos al espíritu. Lo que necesitamos los seres humanos es un despertar espiritual, una conciencia superior. Y tampoco es tan necesario entender intelectualmente la poesía que uno lee: lo importante es sentirla en el corazón, que te erice la piel. La gran poesía es una puerta abierta a la verdad.

El poeta congrega o disgrega, da o quita el ansia de vivir. El poeta crea imaginando, sueña la eternidad. El poeta es el toque, el anunciador, el mensajero. ¿Qué hacía Shakespeare? Ir de pueblo en pueblo llevando un mensaje que muchos no entendían. Eso es lo que han hecho los grandes bardos de todos los tiempos. ¿Qué pasa con la poesía esta de los “intelectuales”? Ningún mensaje hay, porque hablan de sí mismos y nada más. Y el poeta, el verdadero, debe transmitir sentimientos profundos a los demás.

El poeta nace, no se hace. Y debe sentirse libre para poder crear. Nadie se gradúa de poeta en la universidad, esa carrera no existe en ningún lugar. El estudio te ayuda a mejorar el lenguaje, pero la emoción, el mensaje nacido del alma, eso solo te lo da la divinidad. Hay seres que escriben y escriben y no pasa nada, pero hay otros seres que son un destino. 

Recuerdo ahora este pasaje de Tagore que tantas veces recité:

 ¿Quién eres tú, lector, que dentro de cien años leerás mis versos?

No puedo enviarte ni una flor de esta guirnalda de primavera, ni un solo rayo de oro de esa nube remota.

Abre tus puertas y mira a lo lejos.

En tu florido jardín recoge los perfumados recuerdos de las flores, hoy marchitas, de hace cien años.

Y te deseo que sientas, en la alegría de tu corazón, la viva alegría que floreció una mañana de primavera, cuya voz feliz canta a través de estos cien años.

Y aquí estoy hoy, un siglo más tarde, recordando los versos de Tagore.

Todo lo que el cuerpo da se va a la tierra en un momento determinado, incluyendo el cerebro. El mensaje del poeta es la eternidad, lo que de alguna manera siempre va a estar vivo.

Carmina Benguría

Solo el amor construye