sábado

LA PROVIDENCIA

 


 ¿Qué es la vida humana? ¿Acaso no es como un río más o menos caudaloso que fluye con mayor o menor rapidez rumbo al infinito mar del olvido?

   Una vez saqué la cuenta de las veces que he estado en peligro real de muerte y paré de contar cuando llegué catorce. Y ni hablar de las ocasiones en que, ante en cualquier situación comprometida, de la nada y casi contra mi voluntad, como si fueran fruto del azar caprichoso, surgieron increíbles victorias.

   A pesar de las enormes dificultades que he debido enfrentar a lo largo de mi existencia, la Providencia ha sido generosa conmigo. Muchas veces Ella ha actuado de forma sorprendente, en el momento más difícil, de la forma más insospechada, para sacarme sin apenas un rasguño de situaciones que parecían absolutamente perdidas. Dicen algunos científicos que cuando una casualidad se repite varias veces, deja de ser casualidad y se convierte en un hecho probado. Y así será con lo de la mentada Providencia, digo yo.

   Lo bueno y hermoso de la existencia lo concibo como un inefable regalo de la Providencia. Y lo triste y desagradable ocurrido también proviene de una Providencia que, al parecer, intenta hacernos comprender que para valorar en su justa dimensión lo hermoso que vivimos es preciso conocer también el dolor de la pérdida y el fracaso. Lo malo es la vara que permite valorar la magnitud de lo bueno, sirve de punto de comparación. Aunque parezca injusto e irracional, aunque hoy no lo comprendamos como hace solo treinta años éramos incapaces -por ejemplo- de imaginar el infinito universo de la internet.

   Todo en la vida parece escrito de antemano y nada en este mundo, bueno o malo, ocurre antes o después del momento en que debe ocurrir. Por eso, la perseverancia y la paciencia -la fe- junto con la bondad reflejada en hechos constituyen las armas fundamentales para transitar con éxito la desconcertante aventura que es el río de la vida.