martes

EL ÁNGEL AL OTRO LADO DEL CRISTAL

 

  Escribiendo con un pequeño ramo de rosas y jazmines al lado. El ramo embutido en un estilizado búcaro de dudosa porcelana china; las flores, de mi jardín. Fuera, al otro lado de la ventana de la habitación, la sutil llovizna que gobierna el otoño cubre la atmósfera con su interminable velo gris. Y mientras las gotas de lluvia se deslizan lentamente por el cristal de la ventana, yo golpeo con melancólica desgana las teclas de mi ordenador.

─ ¿Cuál es la diferencia entre “me gustas” y “te amo”? -se pregunta el personaje de la novela que intento escribir.

─Cuando te gusta una flor, la arrancas. Cuando la amas, cuidas su planta con todas tus fuerzas ─le responde el ángel de rubias guedejas que, en los días de lluvia, imagino me contempla desde el otro lado del nebuloso cristal.

Silencio total, descorazonador, tenue y aplastante a la vez. Miro el búcaro con sus flores cortadas y, asaltado por una inesperada sensación de fracaso, de golpe me siento viejo y cansado. Como si todo lo que tenía que hacer en la vida lo hubiera definitivamente consumado ya, sin retorno posible al tiempo feliz ni oportunidad alguna de enmendar el error cometido. Como si nada nuevo tuviera que escribir, comprender, soñar, disfrutar, rectificar, afrontar. Como si, aunque siga respirando, la esperanza en lo hermoso desconocido hubiera concluido para mí.

─Que la traicionera niebla del otoño no te engañe, querido ─parece sonreír el ángel que imagino tras el opaco cristal─. En este misterio insondable que es la vida, hay dos cosas que por mucho que hayas transitado siempre te sorprenderán: el amor y la muerte.

 


jueves

LAS TRES PREGUNTAS DE SÓCRATES O "HASTA LUEGO, COMPADRE"

 

  Hace pocos días un conocido vino a contarme historias sobre otro conocido común. Sabiendo que, por su propia naturaleza, quien habla mal con uno de otra persona siempre termina hablando mal de uno con las demás personas recordé el llamado triple filtro de Sócrates: las tres preguntas que deberíamos hacer cuando nos vienen con un cuento ajeno.

 ─ ¿Lo que vas a decirme lo has visto con tus propios ojos? ─le pregunté al conocido.

─Lo escuché a un amigo que lo sabe de buena tinta. Pienso debe ser cierto ─respondió con ligera convicción.

─O sea, que no estás totalmente seguro de que sea verdad. Déjame preguntarte entonces, ¿es bueno lo que quieres decirme sobre esa persona?

─No, qué va, todo lo contrario. ¡Tremendo mierda el tipo!

─Si no he entendido mal vienes a decirme algo malo de esa persona, pero no te consta que sea realmente cierto. Voy a hacerte una última pregunta: ¿Será útil para mí lo que quieres decirme de esa persona?

─Directamente útil, no. Es solo para que lo sepas.

─Mira, si lo que vienes a contarme no es cierto ni bueno ni útil, ¿para qué perder el tiempo en ello? Hasta luego, compadre.

martes

EL HOMBRE DE LOS CANARIOS

    Con la llegada de la primavera paso mucho más tiempo en el jardín atendiendo las plantas, compartiendo con los amigos, observando las tórtolas que anidan en el naranjo, cuidando los peces del estanque; o, simplemente, meditando.

Durante varios años puso música a mi jardín el inefable trinar de varios canarios, ubicados en un lugar cercano que al principio no podía precisar. Constituía para mí un desafío encontrar el sitio exacto donde estaban las jaulas de las avecillas y no paré hasta hallarlo: un pequeño balcón situado detrás de la chimenea de la barbacoa de mi patio. Así descubrí -porque yo lo veía a él, pero él no podía verme a mí- al dueño de los canarios: un hombre mayor de serio aspecto que, rodeado de sus cantores, casi todas las tardes se sentaba en el balcón con un libro en las manos.  Y en mi interior, sin saber siquiera su nombre, le agradecía al hombre la música que alegraba mi jardín.

Con la nueva primavera he vuelto al jardín, donde luego de un invierno lluvioso pocas cosas han cambiado. Pero este abril no se escuchan gorjeos allí: el balcón del hombre que leía al atardecer acunado por el canto de sus canarios está vacío, desolado.

"Ese señor murió hace pocos días. Vivía solo, y llevaba mucho tiempo luchando contra un cáncer terminal... ¿Los canarios? Desaparecieron la misma tarde de su fallecimiento, vaya usted a saber qué fue de ellos", me dijo la vecina a la que le pregunté.

 

LEYENDO A UMBERTO ECO: EL ODIO COMO FACTOR DE LUCHA


  En el capítulo 23 de El cementerio de Praga (novela publicada en 2010) Umberto Eco pone en boca de un personaje, agente del zar de Rusia, el siguiente parlamento:

"... El enemigo para ser reconocible y temible debe estar en casa, o en el umbral de casa.  De ahí los judíos. La divina providencia nos los ha dado, usémoslos, por Dios, y oremos para que siempre haya un judío que temer y odiar. Es necesario un enemigo para darle al pueblo una esperanza. Alguien ha dicho que el patriotismo es el último recurso de los canallas: los que no tienen principios morales se suelen envolver en una bandera, y los bastardos se remiten siempre a la pureza de su raza… La identidad nacional es el último recurso para los desheredados. Ahora bien, el sentimiento de la identidad se funda en el odio, en el odio a los que no son idénticos. Hay que cultivar el odio como pasión civil. El enemigo es el amigo de los pueblos. Hace falta alguien a quien odiar para sentirse justificados en la propia miseria. Siempre. El odio es la verdadera pasión primordial. Es el amor el que es una situación anómala. Por eso mataron a Cristo: hablaba contra natura. No se ama a nadie toda la vida, de esta esperanza imposible nacen el adulterio, el matricidio, la traición del amigo… En cambio, se puede odiar a alguien toda la vida. Con tal de que lo tengamos a mano, para alimentar nuestro odio. El odio calienta el corazón".

 

  Y leyendo esta novela del maestro Eco, vino a mi mente el Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental, medular documento del Comandante Ernesto Che Guevara (publicado por primera vez en forma de folleto el 16 de abril de 1967), que en uno de sus párrafos señala:

"El odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así; un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal". 



  Nada ha cambiado desde entonces. Donde alguien que odia dice con desprecio judío, también puede decir musulmán, capitalista, comunista, facha, independentista, negro, racista, ateo, religioso, pacifista, homosexual... Cambian los nombres y los pretextos según quien sea el profeta, pero el principio en que se basa esta brutal reflexión permanece inalterable desde el comienzo de los tiempos: fomentar en el pueblo el odio a un enemigo, real o inventado, como el mejor y más asqueroso recurso para mantener el poder.

Y MIENTRAS TANTO, EN CUALQUIER PARTE DEL MUNDO, LA GENTE INOCENTE CONTINÚA ALIMENTANDO CON SU ÚNICA VIDA AL INSACIABLE ODIO DE TURNO


 Gaza, noviembre de 2023 - El pueblo palestino emparedado entre el terrorismo de Hamás y la despiadada actuación del estado de Israel.