domingo

ELIAS Y LOS LADRONES DE MAGIA


   Un libro es un hijo que se gesta dentro de su autor durante largos meses o años, en un proceso creativo a menudo agobiante. Pero cuando por fin el escritor logra concluir su obra empieza para él lo más difícil: su "hijo", para crecer, necesita lectores y éstos sólo aparecerán cuando la historia sea publicada. Comienza entonces para la mayoría de los autores un interminable camino en busca de editor, un camino a menudo plagado de decepciones.

Cristina Monteoliva (La orilla de las letras) dirigió durante varios años la web de recomendaciones literarias "La bilioteca imaginaria", dedicada a ofrecer reseñas de libros publicados. Una página entrañable y necesaria, porque promocionó de forma desinteresada cientos de obras de autores poco conocidos. Resulta, además, que la reseñista promotora de obras ajenas tambien es escritora y desde hace mucho tiempo ella sueña con ver publicada su novela juvenil "Elías y los ladrones de magia".

Por un hijo se hace todo lo que sea necesario y aún más, y ante la reiterada indiferencia de las editoriales, Cristina ha decidido autoeditar su obra con el apoyo de todos aquellos que deseen ayudarle.
En el siguiente enlace se puede acceder al proyecto "Elías y los ladrones de magia", donde se explica en detalle cúal es la colaboración que necesita el libro para salir a caminar por el mundo.


Os animo, amigos, a colaborar con este proyecto en la medida de vuestras posibilidades. Muchas gotas de agua unidas forman un río, y de esta manera una bonita historia contará también con los padrinos y madrinas imprescindibles para poder navegar con éxito hasta el corazón de sus futuros lectores.

martes

LA REGENTA EN LA HABANA


   Yoana es una insatisfecha profesora de Lingüística de la Universidad de La Habana con un marido demasiado mayor para ella, y un enamorado demasiado joven siguiéndole los pasos. ¿Es posible sobrevivir con éxito a tamaño dilema?

Mientras trabaja en su tesis doctoral sobre La Regenta, la profesora Yoana rescribe la historia de la inmortal novela de Leopoldo Alas “Clarín” desde su personal punto de vista, como a ella le gustaría que se hubieran desarrollado los acontecimientos, y de forma paralela nos va contando también la historia de su vida en La Habana del siglo XXI; porque entre Yoana y la protagonista de La Regenta, a pesar de vivir en épocas y lugares tan  diferentes, hay muchísimos puntos en común.

Teresa Dovalpage describe la surrealista realidad cubana con fina ironía, sin  apelar al panfleto o el morbo, el teque y la moraleja. Poniendo el dedo en la llaga, pero evitando apretar más de lo debido. De una manera delicada y veraz, divertida e incitadora; genial.

Hay dos tipos de novelas: las que te enganchan desde el capítulo uno y te dejan un inolvidable sabor de boca,  y las que te llevan a remolque hasta que logras deshacerte de ellas. La Regenta en La Habana, recientemente publicada por la Editorial  EDEBÉ, es de las primeras y hasta se queda uno con deseos de que continúe la historia para ver cómo su heroína logra mantenerse a flote en esa moderna Vetusta que también es La Habana.

Gracias, Teresita, porque tus libros nos renuevan la esperanza en la buena literatura y, qué coño, nos divierten, chica, nos divierten cantidad.

sábado

EL SARGO QUE VOLVIÓ AL MAR

    ¿De dónde sale tanta gente en verano? Aparecen dos días seguidos con sol y la apacible ría de Aldán se llena de embarcaciones y turistas. ¡Qué desastre! ¿Cómo pescar entre los que hoy abarrotan las playas? Durante un buen rato camino por los arrecifes, buscando sin éxito un sitio donde lanzar la caña. Al final me decanto por una estrecha península que la bajamar ha dejado al descubierto, cuidando no quedar atrapado cuando la marea suba, que lo hace con increíble rapidez en esta zona. Una hora de pesca y tres peces comestibles. Necesito capturar uno más, pues en casa somos cuatro sin contar a la perra y el gato. El agua porta una increíble transparencia y en el fondo del mar, a unos tres metros de profundidad, un sargo de buen tamaño husmea entre las rocas. Lanzo la carnada y la voy arrastrando lentamente hasta ponerla a su lado. Curioso o desconfiado, el pez observa el cebo con atención antes de decidirse a tragarlo. Tras una corta lucha lo saco del agua, le quito el anzuelo y lo tomo en las manos para guardarlo en el canastro junto con las otras capturas. Es un hermoso ejemplar, de color gris plateado y ojos vivaces. Recuerdo aquellos años en que la única carne que comían mis hijos era la que yo pescara, y si no pescaba no se comía carne en casa. Devuelvo el sargo al agua. Permanece el animal un rato de costado en el fondo, moviendo las agallas con ansiosa dificultad, hasta que se recupera y con un coletazo desaparece entre las rocas. Me da lástima ese pez que regresa, perplejo, a un océano del que nunca debió salir. Las olas empiezan a cercar la roca sobre la que estoy encaramado y decido regresar a casa. En el camino encuentro un improvisado chiringuito donde varias familias con niños se refugian del agobiante calor de un día que ya empieza a declinar. Me siento en una mesa vacía, bebo dos cañas que parecen recién llegadas del Polo Norte, observo a los pequeños jugar despreocupados y escribo estas líneas que con toda seguridad poco le dirán a los demás.


jueves

EN EL AEROPUERTO


Gentes que parecen miembros de una misma religión, vestidos todos con elegantes tonos oscuros. Caminan ausentes, con frenética prisa, asidos a un teléfono móvil y al inevitable portafolios. ¿Viajan? ¿Viven? ¿Están en este mundo?

Sonrisas forzadas, caras serias, piel cetrina y ojos cansados. Hablan sin parar, como entrenadas cotorras, pero ni ellos mismos parecen escuchar sus estereotipados discursos. ¿Qué coño les pasa? ¿Es esto lo que llamamos éxito en el mundo de hoy?