domingo

Y LA LUZ PODÍA TOCARSE CON LAS MANOS


Con mi buen amigo, el filósofo Juan Lois, caminando por el tramo final del Arenteiro, el río de su infancia
En el Pozo dos fumes las rocas formaban una estrecha garganta, obligando al río a despeñarse 
Cerca de la unión del Arenteiro con el Avia tropezamos con  Ponte da Cruz, un puente medieval de cuatro arcadas destruido en 1810 durante los combates de los lugareños con las tropas napoleónicas 
El río limpio y con buen caudal, y en el bosque abundaban los árboles centenarios
En algunos lugares la frondosa vegetación apenas dejaba pasar los rayos del implacable sol de julio y la luz que flotaba en el ambiente portaba tanta magia que podía tocarse con las manos