sábado

EN SANTA CLARA UN CABALLO BLANCO AVANZA LENTAMENTE POR LA ACERA

 Un caballo blanco extremadamente flaco, con mataduras infectadas en el lomo y tiras rojas amarradas en las patas delanteras, camina por la acera de la calle Independencia.

El caballo avanza ajeno a todo lo que le rodea; y como si de una persona desahuciada se tratara, la gente le cede respetuosamente el paso. Al llegar al puente del río Bélico, el animal se detiene un instante a orinar y, cabizbajo, continúa su lento viaje a ninguna parte.

En Santa Clara, el orine de los caballos carretoneros fluye libremente por las calles, se infiltra en el asfalto, y bajo los efectos del sol tropical impregna el aire de un olor peculiar. Un olor que te golpea y desconcierta en los primeros días, pero pronto, a fuerza de tenerlo siempre presente, terminas por aceptarlo como algo natural. Te has integrado definitivamente al tufo que domina el ambiente y, aunque no lo desees, ya formas parte indisoluble de él.

En Santa Clara, muchos de sus habitantes semejan caballos que avanzan sin esperanza alguna por la única acera de sus vidas.