Gentes
que parecen miembros de una misma religión, vestidos todos con elegantes tonos oscuros. Caminan ausentes, con frenética prisa, asidos a un teléfono móvil y al inevitable portafolios. ¿Viajan? ¿Viven? ¿Están en este
mundo?
Sonrisas
forzadas, caras serias, piel cetrina y ojos cansados. Hablan sin parar, como
entrenadas cotorras, pero ni ellos mismos parecen escuchar sus estereotipados discursos.
¿Qué coño les pasa? ¿Es esto lo que llamamos éxito en el mundo de
hoy?