domingo

GACELA HERIDA EN EL AUTOBÚS


Una mujer viaja en el autobús: blusa malva, bermudas blancas, bolso crema con incrustaciones doradas, zapatillas deportivas blancas; la piel ligeramente bronceada, el cabello castaño, las piernas bien formadas, los brazos delgados y los senos pequeños: es bonita, sin ser perfecta. Lee atentamente la hoja de papel que tiene en las manos y, mientras lee, absorbe el aire por la nariz, como si estuviera resfriada. Está seria, muy seria, con la vista fija en el papel. Hace una pequeña mueca y se pasa la mano por el borde del ojo izquierdo antes de doblar el papel en cuatro e introducirlo en su bolso. Voltea la cabeza y mira, sin ver, por la ventanilla del autobús. Los ojos pardos transmiten una triste mirada y sus labios son ahora más abultados, seguramente porque antes tenía las comisuras apretadas. Alguien le llama por el móvil y responde en voz muy baja, sin prisas. Concluye la llamada, devuelve el móvil al bolso y se arregla el pelo sobre la oreja, adornada con un pequeño aro dorado. Vuelve a mirar la hoja de papel que asoma, doblada, en el bolso y gira rápidamente la cabeza a la ventanilla: está  apunto de echarse a llorar.
En la Plaza de América desciende del autobús y se pierde entre la gente. Le deseo todo lo bueno del mundo a esta gacela herida.