Amanece en el patio de mi casa. Lentamente el sol de septiembre, el que abre las puertas al otoño, crece en el horizonte.
Nos conocimos cuando nos teníamos que conocer, de la forma más frágil y disparatada posible. Y cinco años más tarde, donde otros naufragan, nosotros, contra viento y marea, navegamos cada vez un poco más cómplices.
Tú estás donde nace el sol en el Mediterráneo, yo estoy donde se pone el sol en el Atlántico. Físicamente nos separa todo un día de mil kilómetros de largo, pero nos une un hilo tenue, irrompible, íntimo y fraternal: nuestra hermosa amistad.
Gracias, Gam, por tu cercana presencia.
Seguimos... O qué sé yo!