En la playa. Una chica delgada, de pelo color caoba y grandes ojos negros, me ve garabateando en una libreta, se acerca y dice:
- ¿Qué haces? ¿Pintas el mar?
- No. Tomo notas para escribir una novela.
- ¿Cómo te llamas? ¿De dónde eres? –insiste ella.
Me hace gracia su pueril insolencia.
- ¿Y tú como te llamas, de donde eres?
- Clara, y soy de Mondaríz.
- Me gusta tu nombre. Le pondré tu nombre a la protagonista de mi novela.
- ¿Le vas a poner mi nombre a la protagonista de tu novela?
- Sí, ¿por qué no?
Sonríe y apunta con la mano a sus amigas, que esperan a unos metros de distancia.
- ¿Vienes con nosotras? Podremos conversar por el camino y así sabrás algo más sobre el personaje de tu libro.
- Gracias, pero debo regresar a casa.
- Bueno, como quieras. Dame tres besos, Heminghway. Espero
leer pronto esa novela.
- La leerás, Mona Lisa, no lo dudes.
Y se despide con una cálida e ingenua mirada.