Todo en
este mundo parece estar escrito de antemano. No creo en la casualidad, ni siquiera en la
suerte o la oportunidad. Creo, porque así me lo ha enseñado la vida, en lo que llamo La Providencia; y también en el papel que juega el libre albedrío -nuestras decisiones personales- ante los retos que nos impone la providencia.
Ante
nuestros limitados ojos, el Universo infinito se presenta como un desorden
incomprensible. Y, sin embargo, este caos aparente en realidad es un todo
armónicamente estructurado que desde el comienzo de los tiempos funciona con milimétrica precisión. Todo es
predecible en el Universo, porque él está regido por
leyes inalterables. Y ser adivino es fácil cuando se conoce, aunque sea
parcialmente, el funcionamiento de esas leyes.
A
medida que vamos conociendo los principios que rigen el universo, el misterio que supone lo incomprensible deja de ser asunto de dioses todopoderosos para convertirse en una asignatura más de la enseñanza elemental. Lo que
ayer era un misterio insondable para los sabios del momento hoy forma parte natural de nuestras vidas, y
así será mañana con lo que hoy todavía nos intriga. Cuando yo nací, la
televisión estaba por descubrir; hoy, para mi nieto, el milagro de la internet y la
comunicación universal forma parte natural de su existencia. Y así, mañana los misterios que hoy nos quitan el sueño serán detalles corrientes para todos.
Somos
hormigas, ínfimos microbios, dentro del Universo infinito; pero a la vez, cada
uno de nosotros es un Universo en sí mismo. Y al igual que hay leyes que rigen el mundo exterior, otras leyes rigen nuestro mundo interior. Si aprendemos a conocerlas transitaremos por la vida en plena armonía con ella y con nuestros semejantes. Uno no puede cambiar las realidades que nos impone lo que yo llamo la providencia, pero sí puede actuar en consecuencia y tomar las decisiones acertadas a esa realidad. Algo muy fácil de decir y difícil de alcanzar.
Y por último, queridos amigos y amigas, si de vinos se trata recomiendo el Ribera del Duero de las bodegas Milagros de Figuero. Exquisito. Acabo de vaciar la botella que me ha incitado a escribir estas líneas y todo lo veo clarito.
“Mañana lunes actúa Bob Dylan en Santiago,
¿quieres ir?... Pero no vayas a hacer como cuando te presenté a Dulce
Ponte y terminaste abrazado a ella en el escenario, o como la tarde que casi
emborrachas a Slash en Madrid. Si prometes comportarte te llevo a conocer a ese
genio”, me dijo mi amigo Alfonso LP una fresca tarde de abril del año pasado.
La noche siguiente conocí a Dylan. Fue un breve
encuentro, casi una casualidad, momentos antes de comenzar su concierto en el Multiusos
Fontes do Sar de Santiago de Compostela. Alfonso LP, que lo había tratado en
sus anteriores visitas a Galicia, nos presentó en el momento que él entraba en su improvisado camerino.
Dylan no tenía ningún deseo de hablar; y aunque
yo sí tenía deseos de hablar mi acento de mexicano fronterizo estaba fuera de
su alcance, así que nos limitamos a estrecharnos las manos mientras nos mirábamos
un segundo a los ojos, profundamente verdes los de él.
- - A hard rain´s a-gonna fall -me dijo con voz áspera, casi ronca, y entró en el camerino.
Han pasado algo más de un año de aquel día y
hoy he amanecido recordando el momento en el que Dylan se despidió sugiriéndome
el título de una de sus canciones que es, sobre todo, pura poesía. Aquí va,
para quien la pueda aprovechar, la letra de esta canción escrita hace más de
medio siglo y que parece concebida para el día de hoy.
UNA FUERTE LLUVIA VA CAER
Oh, ¿dónde has estado, querido hijo de ojos azules?
¿Dónde has estado, cariño mío?
He tropezado con las laderas de doce brumosas montañas,
he caminado y me he arrastrado por seis carreteras retorcidas,
he estado en medio de siete bosques sombríos,
he estado delante de una docena de océanos muertos,
me he adentrado diez mil millas en la boca de un cementerio Y es dura, es dura, es dura, es muy dura,
es muy dura la lluvia que va a caer.
¿Y qué viste, mi hijo de ojos azules?
¿Qué viste, cariño mío?
Vi lobos salvajes alrededor de un recién nacido,
vi una autopista de diamantes que nadie usaba,
vi una rama negra goteando sangre todavía fresca,
vi una habitación llena de hombres cuyos martillos sangraban,
vi una blanca escalera cubierta de agua,
vi diez mil oradores cuya lenguas estaban rotas,
vi pistolas y espadas en manos de niños Y es dura, es dura, es dura, es muy dura,
es muy dura la lluvia que va a caer
¿Y qué oíste, mi hijo de ojos azules?
¿Qué oíste, cariño mío?
Oí el sonido de un trueno que rugió sin aviso,
oí el bramar de una ola que podía anegar el mundo entero,
oí cien tamborileros cuyas manos ardían,
oí diez mil susurros y nadie escuchando,
oí a una persona morir de hambre y a mucha gente riendo,
oí la canción de un poeta que moría en la cuneta,
oí el gemido de un payaso que lloraba en el callejón Y es dura, es dura, es dura, es muy dura,
es dura la lluvia que va a caer.
¿A quién encontraste, mi hijo de ojos azules?
¿Y a quién encontraste, mi joven querido?
Encontré un niño pequeño junto a un pony muerto,
encontré un hombre blanco que paseaba a un perro negro,
encontré una mujer joven cuyo cuerpo estaba ardiendo,
encontré a una chica que me dio un arco iris,
encontré a un hombre que estaba herido de amor,
encontré a otro que estaba herido de odio Y es dura, es dura, es dura, es muy dura,
es muy dura la lluvia que va a caer.
¿Y ahora qué harás, mi hijo preferido?
¿Ahora qué harás, cariño mío?
Regresaré afueraantes de que la lluvia
comience a caer,
caminaré hacia el abismo del bosque más oscuro
donde la gente es mucha y sus manos están vacías,
donde el veneno contamina sus aguas,
donde el hogar en el valle encuentra el desaliento de la sucia prisión,
y la cara del verdugo está siempre bien escondida,
donde el hambre amenaza,
donde las almas están olvidadas,
donde el negro es el color,
y ninguno el número,
y lo contaré, lo diré, lo pensaré y lo respiraré,
y lo reflejaré desde la montaña
para que todas las almas puedan verlo,
luego me mantendré sobre el océano hasta que comience a hundirme,
pero sabré bien mi canción antes de empezar a cantarla Y es dura, es dura, es dura, es muy dura,
es muy dura la lluvia que va a caer
En estos
tiempos del coronavirus bien vale la pena alejarse de las rutinas que forman
parte de nuestra vida cotidiana y apreciar la realidad desde un punto de vista diferente. En plena Costa da Morte gallega se encuentran los Penedos de
Pasarela y Traba, insólitas formaciones graníticas de unos 280 millones de años
de antigüedad muchas de las cuales semejan interesantes figuras humanas y animales.
Un paisaje hoy cubierto en parte por la maleza al que, quince años después de haberlo descubierto, siempre termino
por volver.
Estas rocas son
más obra de arte que azar de la naturaleza. Son arte por lo que nos sugieren al
verlas, y porque constituyen el vital resultado de las fuerzas que rigen el
universo. Las musas de la imaginación viven en estas piedras talladas por el tiempo
y los elementos; y retocadas por las manos de los primeros seres humanos, que
vieron en ellas a lo único perecedero en un mundo harto frágil y pasajero.
La Torre da Moa
-a poco más de 270 metros de altura sobre el nivel del mar- está coronada por
un penedo de extraordinarias dimensiones en cuya base encontramos una hendidura
(A Cova dos Mouros) en la que es posible hallar restos de cerámica y conchas
marinas.
La polémica
acerca de la ubicación en la Torre da Moa de un sitio de culto a los dioses paganos
aún no está zanjada, ni el lugar convenientemente estudiado, pero nadie niega
la existencia en la zona de dólmenes y castros en los que habitaron gentes
que intuían dioses en la naturaleza, y a ellos hacían sacrificios. Especulaciones
arqueológicas aparte, lo cierto es que desde lo alto de la Torre se goza
de una inmejorable vista del mítico valle y la playa de Traba.
Y lo anterior, unido a
las sugerentes formas que ofrecen los bloques de granito de la cercana cumbre de Perna Forcada convierte la
visita al lugar en una experiencia inolvidable.
En ocasiones
conviene hacer un alto en la ruta que nos incitan a seguir para confirmar si el que hacemos es en realidad nuestro propio camino. Quien,
un día, crea que debe reflexionar sobre su existencia debería pulir su voluntad
ascendiendo a estos montes no domesticados, observar desde la cumbre la
pequeñez de lo que creía inmenso, confraternizar con las arcanas estatuas de
piedra que viven allí y percibir el lento paso del tiempo mientras el sol,
imparable, avanza por el firmamento.
No hace falta
mucho equipaje para esta expedición, más bien conviene aligerar la mochila y
sentirse por unas horas como el primer y único ser de la creación. Quien quiera
penetrar el alma de estos parajes no necesita más guía que su corazón, desnudo
y libre.
Diego ha decidido hacer vídeos de varios paisajes de Vigo que le parecen interesantes. Él se ha encargado de elegir los lugares, grabar, hacer fotos, elaborar el guión, ponerle música y "subir" el resultado a Youtube. Es el trabajo de un niño de once años al que, como al abuelo en su momento, le gusta coleccionar imágenes.
En
enero del año 2011, una llamada telefónica me sacó del sofá: un viejo amigo me
invitaba a pasar una temporada en su casa de Miami. “Acabo de conocer a una
pareja de ancianos que son parte de la historia viva de Cuba. Deberías
conocerlos…”, dijo en aquella conversación.
Partí
para Miami, lejos del húmedo invierno gallego, pensando en compartir un tiempo
especial con mi amigo y su familia y, de paso, conocer a esos ancianos que
tanto le habían impresionado.
Roberto
Estopiñán y Carmina Benguría vivían solos en un sencillo apartamento de
Kendall. Ambos pasaban de los noventa años y, a pesar de los achaques físicos
propios de la edad, conservaban intactas sus capacidades intelectuales. En
Roberto, escultor y dibujante considerado un exponente destacado de
las artes plásticas cubanas, me sorprendieron sus ojos, penetrantes y lúcidos;
Roberto era una mirada sabia e irónica, insolente y benévola, pícara a la vida.
Y, a pesar del medio siglo que llevaba viviendo en los Estados Unidos, no había
perdido ni un ápice de su habanera cubanía. En la esposa de Roberto, Carmina, encontré
a una preciada gloria de la época en que los teatros rebosaban de personas dispuestas
a vibrar con la fuerza de la buena poesía. Pero, a poco de hurgar en
ella, descubrí en Carmina algo más que la joven que a mediados del siglo XX
enamoró a toda Hispanoamérica interpretando, dando nueva vida, a los grandes
poetas de nuestra lengua; descubrí que había algo más dentro de esa mujer
condecorada por los gobiernos de Cuba, España, Perú y Ecuador con sus máximas
distinciones culturales; había en ella algo más que la persona cinco décadas
expatriada, fiel a sus convicciones martianas y
humanistas. Simplemente, descubrí en Carmina a un ser entrañable.
Regresé
a España con la sensación de haber conocido a dos figuras extraordinarias. Y
cada cierto tiempo les llamaba por teléfono, interesándome por su salud,
contándoles mis avatares, aprendiendo de ellos. En
enero de 2015 me sorprendió la noticia de la muerte de Roberto y la gravedad de
Carmina, ingresada en la sala de terapia intensiva de un hospital de Miami.
Cuando logré localizarla por teléfono, Carmina en el hospital y yo en España,
iniciamos una serie de conversaciones diarias en las que ella me contaba su
estado y yo intentaba darle ánimos. Luego,
al ser internada Carmina en el Miami Jewish Home, durante casi
dos años continuaron nuestras conversaciones telefónicas, que a menudo duraban
varias horas. Así, un día comprendí que desde la soledad de su habitación Carmina
estaba desnudando su vida, confiándome a corazón abierto todo lo aprendido en su largo e intenso recorrido por este mundo. Y en noviembre de 2016 viajé de
nuevo a Miami, esta vez para estar un mes con ella, compartiendo un tiempo
precioso.
Buena
parte de nuestras conversaciones íntimas -con el consentimiento expreso de
Carmina, que revisó el texto antes de ser publicado- están reflejadas en el
libro Solo el amor construye que acaba de sacar a la luz la
editorial granadina Distrito 93.
Esta obra puede
adquirirse en España directamente en las librerías de El Corte Inglés, La Casa del libro y
Agapea, entre otras. También se puede solicitar
por internet el envío a través de la Editorial Distrito 93 (www.distrito93.com).
Los que viven fuera
de España, pueden encontrar el libro en las páginas de Ebay (www.ebay.es) y Amazon (www.amazon.es) poniendo en el buscador las palabras "Solo el amor construye". En la web del Centro de exportación de libros españoles (CELESA) (www.celesa.com) se deben poner en el buscador las palabras "Carmina Benguria Solo el amor construye".
Nadie quedará
indiferente ante la lectura de las confidencias de Carmina, de eso estoy convencido.
Canales
donde va colocando los vídeos que elabora luego de cumplir con los deberes del buen estudiante y mejor hijo que es. Les animo a que sigan de cerca a este
muchacho que promete llegar muy lejos en la vida: mi nieto es el mejor Youtuber
del mundo.
Un perro agoniza a pocos metros de
la Glorieta
del Parque Vidal. Se trata de un cachorro de pelo blanco, puro hueso y pellejo
desgarrado por la sarna. Acostado en el cemento, embarrado en su vómito,
a ratos el animal levanta la cabeza para implorar compasión a los
humanos que, indiferentes, pasan por su lado
Con los años Santa Clara se ha convertido en ciudad
de perros sin dueño; esos que en creciente número, solos o en pequeñas
manadas, deambulan por sus calles
Los callejeros de Santa Clara son perros casi
vegetarianos, pues de la carne solo conocen los huesos y, con muchísima suerte, alguna víscera maloliente.Son perros sancocheros, depredadores de la basura, supervivientes natos,
guerrilleros de la oportunidad; los Lazarillos de Tormes del reino animal.
Algunos consideran que estos
animales afean a una ciudad cada día más turística y piensan que con periódicas
matanzas indiscriminadas, siempre cerca de las fechas en que se esperan más visitantes, el
asunto se mantendrá controlado. Como siempre, los incapaces afrontan los
problemas que deben administrar ocultando las consecuencias sin afrontar las
causas, y así nos va.
En el piso del Parque, el cachorroagoniza mientras los transeúntes
pasan por su lado como si el espectáculo fuera lo más natural del mundo.
Cuando asumimos como normal aquello que debería horrorizarnos, estamos envileciendo a nuestro propio corazón.