martes

MUCHO MÁS QUE UN PUÑADO DE CURIOSIDADES CIENTÍFICAS

Juan Lois Mosquera es un filósofo insaciable, y un hombre honesto donde los haya. Acaba de publicar "Curiosidades Científicas", un libro que entre otras reflexiones recopila muchas de las crónicas radiofónicas que durante cinco años seguidos Juan desarrollara en la emisora Radio Arenteiro Dixital. El libro está dedicado con cariño a sus cinco nietos; aunque, por lo que enseña y estimula a aprender, creo que en realidad está dedicado a todos los hijos y nietos de este mundo.

Gracias, Juan, por aderezar de forma tan amena estas gotas de la verdadera sabiduría. Gracias por regalarnos reflexiones locales de alcance tan universal como "Enámorate de tu pueblo"  o "Carballiño y la teoría general de la relatividad", entre tantas otras.  Gracias por incitarnos a abrir los ojos a las maravillas del universo que habitamos. Espero que este libro, gestado sin más pretensiones editoriales que el amor a los nietos, termine llegando a muchísimas personas de todas las edades y les ayude a crecer por dentro, que es donde en verdad más falta  nos hace.


viernes

LA HABANA

ATARDECER EN LA HABANA (Foto de Adolfo Capote Gaviero)

“La Habana –se dijo el Viejo, que había adquirido desde hacía algún tiempo la costumbre de hablar consigo mismo-. A menudo me pregunto cómo andará La Habana y me digo que sería maravilloso volver a caminar por El Malecón, por la calle Obispo, por La Rampa, Miramar, Marianao, Mantilla, Cojímar; sentarme una vez más en Coppelia, en el cine Payret, abrazar las palmas reales del Parque Central, descansar a la sombra de la ceiba de El Templete. Pero tengo miedo a volver y descubrir que las cosas no son ya lo que eran. Una vez amé con toda mi alma a esa ciudad en la que viví la parte más feliz de mi existencia, de donde salí hace casi 20 años y adonde nunca más he regresado."
"Todo el mundo quiere ahora ir a La Habana, al eterno calor del trópico, a conocer gente alegre y vivir disímiles aventuras; al país en que todo es distinto, al lugar donde todo es posible. Muchos  quieren ir “antes de que aquello cambie” a conocer una ciudad que se cae a pedazos, detenida en el tiempo; que está llena de consignas y susurros, que sufre lo indecible y se carcajea de sus propias miserias –y siguió diciéndose el Viejo-. ¿Qué pasa con esa ciudad, La Habana, que llama tanto la atención? A fin de cuentas una ciudad no es más que eso: un lugar donde vive gente de todo tipo, con calles, plazas, cierto clima más o menos soportable, ruinas y edificios de reciente construcción. En el fondo todas las ciudades son iguales. Y La Habana no es más hermosa, ni más histórica, ni más extraordinaria que cualquier otra capital del mundo. Creo que es ese nombre, La Habana, el que nos hace sentir atraídos por ella. La Habana, hembra cálida y sensual que con tu nombre despiertas utopías y apetitos innombrables. Tu nombre huele a mulata, a ron, a galán de noche y salitre, a pasión y desparpajo. Tu nombre suena a tambores y a ballet clásico. Tu nombre define el sitio donde un mar enamorado abraza a esa inefable tierra verde tan llena de luz, y de nostalgia por aquellas cosas que desde siempre anhelamos y nunca llegaremos a poseer."

Fragmento de "PECES ROJOS EN LA LUVIA", mi primera novela, que hoy cumple diez años... con demasiada frecuencia las cosas que un día escribo terminan cumpliéndose en el tiempo...

martes

LO QUE DIEGO AÚN NO SABE

 Con cada día que pasa aprende algo nuevo. Primero se aficionó a los barcos; luego a los trenes, el fútbol, los coches, los animales del mar... Ahora está fascinado con los aviones, su último gran hallazgo vital. 
Cuando Diego descubre algo nuevo no para de preguntar, de intentar conocer todos los detalles de aquello que en ese momento le impresiona. Para explicarle mejor cómo funcionan los aviones decidí ponerle un vídeo donde aparecen los más modernos aparatos de las principales potencias del orbe. Y cuando apareció en la pantalla un escuadrón de aviones de combate, me preguntó entusiasmado cómo se llamaban aquellas naves tan rápidas con un solo pasajero en la cabina.
       - Son cazabombarderos -le dije.
En la pantalla del ordenador los aviones bombadeaban varios edificios, que saltaban por los aires envueltos en una nube de humo. 
     - ¿Por qué hacen eso? ¿Por qué rompen las casas de la gente?  -exclamó Diego, sorprendido.
       - Porque están en la guerra.
Mi nieto abrió mucho los ojos, como suele hacer cuando algo le intriga, y con su natural inocencia me preguntó:
       - ¿Y qué es la guerra?
No supe qué responderle. 

ANCIANA SENTADA EN UNA IGLESIA DE BADAJOZ


   Una mujer mayor con el pelo canoso y un tanto desordenado, flaca y huesuda, de nariz aguileña y facciones nobles. Permanece mucho tiempo sentada en uno de los bancos próximos al altar. La gente entra y sale de la iglesia y ella sigue allí, inmóvil y en apariencia ausente, aunque en realidad está bien despierta. No balbucea peticiones a lo alto ni agacha la cabeza pidiendo misericordia, pero es evidente que vive el momento con especial intensidad.

La iglesia de la Virgen de los Dolores es pequeña, huele a incienso y tiene la música indirecta demasiado alta. De repente, la anciana se levanta, toma su bastón y sale del templo a buen paso, con la frente alta. Sus ojos, verdes, parecen tristes, apagados; en sus labios resalta la determinación del que bajo ningún concepto está dispuesto a aceptar la palabra rendición.

domingo

LUZ CASAL

¿Por qué me seduce Luz Casal? Vistas por partes, sus canciones actuales son demasiado lentas para mi gusto y su voz a veces me resulta un tanto disonante. Pero, a pesar de todo esto y algo más, las melodías de Luz Casal me estremecen mucho más allá de lo que algunos considerarían razonable. ¿Por qué? No lo sé, y mientras pueda intentaré no averiguarlo.

Como testigo de cargo de esto que firmo y afirmo, aquí os dejo el vídeo de su último disco. Gracias, Luz, querida amiga... Todos sabemos que a lo verdaderamente sublime es imposible describirlo con palabras.

miércoles

ATERRIZAR EN PARÍS



El avión parecía flotar dentro de un insondable océano negro, suspendido en el espacio, con la nada infinita como única certeza. Cansado, me refugié en mis propios pensamientos, y cuando hastiado de mí mismo volví a mirar por la ventanilla de la nave, descubrí que la noche había parido multitud de estrellas y en un rincón del firmamento la luna sonreía satisfecha. Ante la inesperada presencia de lo inefable, el tiempo semejaba no discurrir. Dejé a un lado los asuntos personales y viajé de estrella en estrella, y de sueño en sueño; convertí realidades en utopías, y viceversa. 

Pero nada es inmutable en este mundo, y todo lo bueno puede cambiar incluso a mejor. Mientras mi mente viajaba por el cosmos, al otro lado de la ventanilla del avión las fulgurantes luces de la noche cedían protagonismo a un ascendente disco de fuego que, imparable, iba tiñendo el cielo de cambiantes tonalidades azules, naranjas, rojas... y el primer rayo del sol de esa jornada me acarició la mirada. Amanecía en el avión y bajo sus alas descubrí a París nevado, con el Sena refulgiendo agradecido a la incipiente claridad de la mañana. La imponente ciudad Luz, la Meca de todos mis reencuentros, insólitamente blanca y dorada al alba, cabía toda en la palma de una mano. Volví a la tierra conmovido por el espectáculo que acababa de regalarme el universo; pero cuando entré en el aeropuerto y tropecé con el ruido ambiente parisino, debí dejar a un lado el regalo para sumergirme sin remedio en la necia rutina cotidiana.