miércoles

LOS ÁRBOLES DE MI VIDA

Los árboles, y las plantas en general, son los únicos seres vivos que  no se alimentan de otros seres vivos. No matan para subsistir. Se nutren de la tierra, el agua y el sol. Los grandes árboles no suelen morir de eso que llamamos muerte natural. Son los testigos mudos del paso del tiempo. Llegan a vivir siglos y sólo las inclemencias de la naturaleza, la mano del hombre o las enfermedades pueden acabar con ellos.

Hay tres grandes árboles y un arbolillo en mi vida.
El primer gran árbol es el alcornoque que domina la cumbre del monte de A Peneda, cerca del pueblo redondelano de O Viso, sitio desde el que se puede admirar una magnífica vista del fondo de la ría de Vigo. Cerca del árbol existe una capilla construída sobre las ruínas del castillo de Castrizán, destruído en 1479 por el inefable  Pedro Madruga, enemigo en esa época de los llamados Reyes Católicos. En fin, que cuando Madruga destruyó el castillo, hace poco más de 500 años, ya estaba allí, dominando el paisaje, el alcornoque que nos ocupa.
 

El segundo de mis árboles preferidos es el Ciprés de Samos, que escolta la puerta de entrada a la capilla románica del siglo IX situada cerca del monasterio. Es un árbol milenario, imponente, con su tronco lacerado desde hace décadas por un rayo que no logró destruirlo. Si el alcornoque de A Peneda es una invitación a disfrutar de la naturaleza, el Ciprés de Samos constituye un llamado a la meditación y la oración, a buscar lo que de eterno pueda haber en nosotros.


El tercero de mis grandes árboles apenas tiene unos cincuenta años. Lo sembró mi abuela Agustina en un pequeño cantero y cuando tenía unos cuatro años lo trasplantó mi padre al traspatio de nuestra casa cubana: un rectángulo de cascajo donde no crecía ni la hierba, pero no contábamos con otro sitio mejor para él. Al envejecer mi padre me tocó a mí cuidar de aquel árbol que se resistía a morir y así empecé a regarlo, abonarlo, protegerlo con sogas de los ciclones... Se trata del aguacate que, sobre todo en los primeros años la década de los noventa, alimentó a toda nuestra  familia en los meses de julio a septiembre de cada año. Porque en esa época en mi casa se comía aguacate con lo que apareciera: aguacate con frijoles, aguacate con harina, aguacate con huevo frito en agua, aguacate con tilapia pescada con nuestras manos.... y aguacate solo cuando no había otro remedio. El árbol aún permanece allí, dándole sus frutos generosos a los que ahora viven en aquel sitio.
Hace cinco años me trajeron de Cuba varios frutos de aquel árbol y planté una de sus semillas, primero, como antes hiciera mi abuela, en una maceta hasta que la postura estuvo bastante fuerte y pudimos llevarla a un patio cercano donde crece por días, buscando la luz.

 
Así, un hijo del aguacate que mi abuela plantara hace medio siglo en Cuba crece ahora en Galicia. Y éste es mi cuarto árbol, el arbolillo entrañable, el que todos los días me recuerda que nunca debo olvidar lo vivido y que siempre hay un buen futuro esperándonos al otro lado de la tribulación.  

martes

MANIQUEÍSMO COTIDIANO


Desde siempre en este mundo han contendido dos fuerzas elementales: el amor y el odio.
Dos fuerzas que a pesar de su naturaleza intangible constantemente transforman la realidad. Son inseparables, porque la una no tiene sentido sin la otra: sin la presencia del amor el odio pierde su connotación negativa, y viceversa.
El enfrentamiento permanente entre el amor y el odio se produce a todos los niveles del universo; y también, por supuesto, en el interior de los seres humanos. La máxima expresión del amor humano es la entrega total, la que no espera absolutamente nada a cambio de la propia vida; la del odio, la constituye la indiferencia calculada e interesada. Pocas veces se presentan ambas fuerzas en su estado puro, y acostumbran mostrarse en infinidad de facetas diferentes: envidia, prepotencia, cariño, respeto...
A pesar sus múltiples facetas, son fáciles de identificar: el amor edifica y une; el odio separa y destruye. El amor es una mano extendida, y el odio un puño apretado. Así de sencillo. Como todo lo verdaderamente importante. 
El amor y el odio suelen combinarse dentro de una misma causa, llegando incluso a combatir unidos, hasta que uno de ellos logra hacerse con el mando e impone su voluntad. El amor y el odio, con sus múltiples combinaciones, son la materia prima de nuestros sentimientos. Son las verdaderas fuerzas motrices del universo.

lunes

PROCRASTINACIÓN, SERENDIPIA, RESILIENCIA Y DOS COJONES

Nada hay nuevo en este mundo, excepto el recién llegado a él.
En los últimos tiempos han empezado a ponerse de moda una serie de palabras fabricadas, digo yo, con la finalidad de resaltar la supuesta erudición de quienes las utilizan y la probable estolidez de quienes desconocen su significado.

La primera palabra de este tipo que escuché me pareció interesante: PROCRASTINACIÓN, voz que wikipedia define como "la acción o hábito de postergar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes y agradables". Luego de pensarlo un poco comprendí que procrastinación es precisamente aquella actitud a la que en mi tierra se le llama "andar comiendo mierda por ahí". Ni más ni menos.

Otra palabra un poco más complicada, cuyo uso está tomando imparable auge en los círculos intelectuales, es SERENDIPIA; o sea: "un descubrimiento o hallazgo afortunado e inesperado que se produce cuando se está buscando otra cosa distinta". A eso le decíamos en mi niñez "tocar la flauta de casualidad" o, si jugabas al billar, alcanzar algo "de chiripa". Así de sencillo.

Y ahora, ayer, escuché en boca de un conocido personaje televisivo el enrevesado vocablo RESILIENCIA, definida por la inefable wiki como "la capacidad de las personas o grupos de sobreponerse al dolor emocional para continuar con su vida". Coño, ¿no es éso a lo que a lo que desde siempre en la calle le  llamamos "echarle dos cojones (u ovarios) a la vida"?

En fin, que como escribió L. da V. en una pared del centro de Vigo:

miércoles

EL ÚLTIMO FAN DE DAVID BOWIE

 Como buen subdito de un gobierno que durante medio siglo anatemizó todo lo que olía a capitalismo, las canciones de mi juventud fueron precisamente aquellas que no me gustaban.
Así, para mí, los Beatles dejaron de ser una peligrosa "desviación ideológica" varios años después del  asesinato de John Lennnon. Y descubrí a mis contemporáneos los Rolling, a Queen, Dylan y etcétera a través de mis hijos ya adultos.
Alguién, algún avispado, pensará que  vivo con demasiado  retraso. Lo siento, soy así, lento en llegar; pero cuando llego lo hago a gusto y a fondo, lo cual también puede ser bueno según de qué cosas se trate.

Ahora, cuando ambos transitamos la sesentena, acabo de descubrir a David Bowie que, por cierto, anuncia nuevo disco luego de diez años de silencio. La canción que hoy  quiero compartir es Héroes:

Yo quisiera poder nadar como los delfines, como los delfines quisiera nadar
Aunque nada los hará alejarse (a los malos) podemos vencerlos por siempre y para siempre
Podemos ser héroes solo por un día...

No somos nada y nadie podrá ayudarnos
Tal vez nos están mintiendo, y entonces mejor no quedarse, pero podríamos ser héroes solo por un día...

 Aquí está el enlace a la canción en Youtube, y que cada cual la interprete como mejor le parezca:
Heroes - David Bowie - En vivo - Subtitulado Castellano - YouTube 

jueves

ESCÚCHAME LA VOZ

Carmina Benguría es una reconocida declamadora, una preciada gloria de la época en que los teatros rebosaban de gentes dispuestas a vibrar con la fuerza de la buena poesía. Pero Carmina es algo más que la niña menuda y enérgica que encandilara a los premios Nóbel Gabriela Mistral, Pablo Neruda y Juan Ramón Jiménez, entre tantas otras personalidades. Es bastante más que la joven acreedora del reconocimiento oficial de los gobiernos español, mexicano  y ecuatoriano; la que a mediados del siglo XX enamorara a toda iberoamérica interpretando, dando nueva vida, a los grandes poetas de nuestra lengua. Es Carmina mucho más que la mujer exiliada, fiel a sus convicciones, cinco décadas anteponiendo el decoro a la comodidad. Es aún más que la ardiente defensora de José Martí, empeñada en develar su verdadera esencia de Avatar. 
Carmina Benguria es una cubana encantadora que a su 92 primaveras acaba de publicar un poemario inefable: ESCÚCHAME LA VOZ (Editorial Ego Group, Miami).
 

Quite de mi lo imperfecto
enderece lo torcido
barra yo lo tenebroso
reine en mi lo Divino

Nos dice Carmina en su poema Voluntad. Gracias, buena amiga, por tu generosa presencia. Bien sabes cuanto agradezco el haber atravesado el Atlántico para poder conocerte.

lunes

VIEJO CUENTO DE INVIERNO


Un presidente cualquiera, animado vaya usted a saber por qué razones, decide liberar un país ubicado a diez mil kilómetros de distancia del suyo y los bombardeos que ajustician al tirano de aquel país también asesinan a la esposa e hijos de un campesino analfabeto.

El presidente se convierte en una figura mundial gracias a su victoriosa actuación y el campesino vaga por los calcinados campos de su patria con el alma destrozada,  meditando -quizás- la futura venganza. Nunca sabrán el uno del otro, pero victimas y victimario se encuentran unidos para siempre por los caprichos del azar aparente.

Todo en esta vida es frágil. Por eso deberíamos medir cada gesto y palabra que lanzamos al universo. Puede que no tengamos fuerzas para arrasar una nación; pero con nuestras actuaciones egoistas podemos asesinar las mejores ilusiones de un niño, de un anciano o del posible amor de nuestras vidas.

DIALÉCTICA DE LA OPORTUNIDAD



Este mundo está en permanente cambio. Nada hay estable en él y lo que hoy es posible mañana no lo será. A menudo ignoramos esta verdad elemental que suele marcar la diferencia entre la victoria o la derrota de nuestras más íntimas esperanzas.

Con demasiada frecuencia perdemos las mejores oportunidades de nuestras vidas por actuar a destiempo, ya sea que nos anticipemos o, lo que es mucho más común, que actuemos demasiado tarde. Las condiciones para alcanzar nuestros sueños están hoy creadas, aparentemente estables e inalterables. Y al parecer todo asegurado, lo dejamos para luego, olvidando que “luego” nunca llegará.
 
Dos días seguidos con un sol radiante no implican, para nada, que al tercer día no aparecerá la tormenta.

domingo

EL ETERNO DIÁLOGO DE PETER Y WENDY


 – Dime la verdad, ¿pudo haber algo entre tú y yo?
 – ¿Qué tú crees?
Su sonrisa duró un instante.
- ¿Me olvidarás?
 – No podría hacerlo aunque quisiera
Acababa de comprender que el futuro de ellos dos no podía ser otro que un enorme e infinito Nuncajamás.

viernes

LA VIDA

La vida es un misterio. Un viaje en el tiempo salpicado de incógnitas, espejismos, de encuentros matemáticamente imposibles, sucesos inesperados, sentimientos y sueños contradictorios, de señales imperceptibles para la mayoría pero no por ello menos cotidianas y reales.

Pocas veces percibimos a tiempo las luces que nos indican el rumbo, advirtiéndonos quienes serán nuestros verdaderos amigos y enemigos, amores y desencuentros, esperanzas y decepciones. El destino final de las hojas arrastradas por el viento, de las miradas fugaces, de los gritos escapados del alma, de las quimeras fructificadas y las ilusiones calcinadas: todo parece estar escrito de antemano en los hilos que conforman la telaraña de la vida.

OTOÑO PERMANENTE


  ... El otoño permanente es también la historia de un viejo empleado municipal encargado de mantener limpio un parque salpicado de grandes árboles. Su misión es sencilla: barrer y echar en los contenedores las hojas que caen de los árboles; en fin, mantener limpio el suelo del parque.
El viejo trabaja sin parar, diez, doce horas al día. Su obsesión es que el área de la que es responsable se mantenga siempre limpia, y los niños puedan jugar y los ancianos caminar sobre un suelo libre de la resbalosa humedad que dejan las hojas al pudrirse.

 Discurre noviembre, y como un interminable aguacero cientos de miles de hojas continúan desprendiéndose de los grandes árboles. El viejo empleado municipal emplea todas sus fuerzas, pero cuando aún no ha avanzado dos metros ya el suelo a sus espaldas está de nuevo estropeado. Es el trabajo de nunca acabar, y él lo sabe.

 Solo escucha críticas, de sus jefes y de la mayor parte de los usuarios del parque. Muchos le piden abandone una tarea que parece estar fuera de sus posibilidades. Puede jubilarse o dejar ese empleo y buscar otro más agradecido; aún así el viejo, incansable, silencioso y cabizbajo, continúa barriendo la hojarasca.
Aunque nadie lo reconozca sabe que su trabajo es útil a los demás y no está dispuesto a renunciar a la anónima tarea que él mismo se ha impuesto.

 

domingo

EL BASTÓN DE SAMOS

El 14 de octubre de 2002 recorría Galicia guiado por dos jovenes recién conocidos. Llevaba poco tiempo en España, apenas tenía amistades y aquellos generosos muchachos le servían de pacientes cicerones al "cubano", mostrándole las múltiples e increíbles aristas de la tierra de sus antepasados.

 Al final del recorrido por las sinuosas carreteras de la Sierra del Caurel hicimos la última parada del día en el monasterio benedictino de Samos. En el patio exterior del cenobio un monje, navaja en mano,  tallaba las muescas de un pequeño bastón y me acerqué a él movido por la curiosidad. Se trataba de un hombre mayor, con mucha facilidad de palabra y un agudo sentido del humor. Sabiendo que una de las fuentes de ingresos del monasterio era la venta de objetos hechos por los monjes, al finalizar nuestra conversación le pedí me vendiera el bastón que acababa de terminar ante mis ojos. "¿Cuánto vale?" inquirí. Se miró las manos, llenas de cortaduras recientes, y con irónica vivacidad me respondió: "Vale un euro por cada una de las muescas que tiene". El bastón causante de sus heridas tenía decenas de muescas de diferentes formas y tamaños. "Lo siento, no puedo pagarle esa cantidad" respondí, vencido. El monje sonrió. "Tómalo, es tuyo, pero no le digas a nadie que te lo dí. Nunca he regalado un bastón y quiero conservar intacta mi fama. Quédate con él y conviértelo en algo útil". "Pues dentro de diez años volveré para contarle lo que he hecho con su bastón" dije con retranqueiro agradecimiento. El monje sacó un bolígrafo del bolsilo de su hábito y con tinta azul escribió la fecha en el mango del bastón: "14-X-02". "Aquí te esperaré dentro de diez años, si Dios quiere. Y a ver si en esa fecha los tres ya estáis convertidos" concluyó.


Desde entonces he utilizado el regalo del monje de Samos en muchas de mis múltiples expediciones al monte, incluyendo los largos kilómetros del Camino de Santiago. En realidad durante toda una década el minuciosamente tallado bastón de fresno ha permanecido cerca de mí, a la vista, como recordándome la promesa de utilizarlo lo mejor posible mientras llegara el hipotético día de rendir cuentas de él ante su fabricante.
 

El pasado 12 de octubre los tres amigos de aquella primera visita a Samos volvimos a hacer un recorrido por Galicia. Y como no podía ser de otra manera recalamos en el viejo monasterio. Nada sabíamos de la vida del artesano de los bastones. Cinco años atrás lo habíamos encontrado allí en el transcurso de una corta parada, renovando la promesa de volver a vernos en 2012, pero nada sabíamos sobre si aún continuaba en el monasterio ni, dado que ya era un hombre mayor, cual podía ser su estado de salud.

Llegamos a Samos justo cuando abrían al público la instalación. Nuestro monje no aparecía por ninguna parte y decidí preguntar por él en la tienda de souvenirs ubicada en la portería. En el momento en que descendía las escaleras de la portería se abrió la ventanuca enrejada de la puerta que da acceso al interior del monasterio. Inmediatamente reconocí el rostro, envejecido, sí, pero con la misma mirada inquisitiva y vivaz. Era él, abriendo la ventanuca justo en el instante preciso, como si nos hubiera estado esperando. Agité el bastón frente a sus ojos: "¿Reconoce este palo?". Sonrió, pícaro, como el primer día. "Yo nunca regalo bastones, recuérdalo. ¿Le has dado un buen uso?".

Cuando salió a la portería sus primeras palabras al vernos juntos fueron: "¿Aún no os habéis convertido?". Le confesamos que estábamos en ello y durante un cuarto de hora compartimos, los cuatro, un tiempo especial. Había transcurrido una década de nuestro primer encuentro y parecía que no había pasado ni un día. Al despedirnos, en un alarde de temeridad, volvimos a citarnos en el mismo lugar el 12 de octubre de 2022.

En el viaje de regreso los tres amigos recordamos algunas de las múltiples aventuras y desventuras que hemos vivido juntos a lo largo de estos años. No compartimos trabajo, vecindario o ideología. Ni siquiera tenemos aficiones comunes y, sin embargo, los vínculos que nos unen se han fortalecido con el paso de un tiempo que, paradójicamente, ha triturado  muchas otras cosas que parecían imbatibles. Las alegrías de cada uno de nosotros son las alegrías de los tres, y también las derrotas. Así comprendí que la verdadera dimensión de la historia del bastón del monje radica en la incolumne amistad de los tres viajeros que diez años atrás, cuando apenas se conocían, dieron comienzo a la misma. 
Gracias Hermano Agustín, deseo que en nuestro próximo encuentro todos estemos ya convertidos.



miércoles

AL FINAL DEL CAMINO

AL FINAL DEL CAMINO...

APRENDISTE QUE CADA META NO ES MÁS QUE UN NUEVO PUNTO DE PARTIDA

DESCUBRISTE TU IMAGEN VIVA REFLEJADA EN UN CRISTAL

TE HALLASTE A TI MISMO EN EL SITIO EXACTO DE TANTO TIEMPO ATRÁS

AL FINAL DEL CAMINO TROPEZASTE CON EL OCÉANO INSONDABLE DEL NUNCA MÁS

OTROS INTENTARON LLEVARTE AL SITIO DONDE NUNCA QUISISTE VIAJAR

Y CUANDO PARECÍA QUE SOLO TENÍAS POR DELANTE UN PERRO, UN BANCO VACÍO Y UN INTERMINABLE BOSTEZO

ENCONTRASTE, GLORIA A DIOS,  EL AMOR DE TU VIDA